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Uras Sariri PLANTAS MEDICINALES. Progra 138

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Plantas Medicinales, Tabaco, Ayahuasca. Invitado Especial: En vivo- Shawanita de San Francisco, Peru Etnia Shipibo-Conhibo La ayahuasca es una bebida que se elabora con la mezcla de dos plantas originarias del Amazonas, la enredadera de ayahuasca o yagé (Banisteriopsis caapi), una especie de liana, y la chacruna (Psychotria viridis), un arbusto con hojas verdes y alargadas que contiene un potente alucinógeno denominado dimetiltriptamina (DMT). De ahí que muchas veces se haya asociado los efectos de su consumo al de algunas drogas psicodélicas. Nuestra glándula pineal segrega de forma natural pequeñas cantidades de DMT, pero al consumir ayahuasca aumentan sus niveles en el cerebro y se genera un estado alterado o ampliado de conciencia, que favorece la percepción de visiones; algo similar a lo que se experimenta en la fase de sueño REM, pero en estado de vigilia. La infusión resultante de cocinar la mezcla de ambas plantas con agua durante horas ha sido utilizada desde hace miles de años por las tribus amazónicas como ingrediente fundamental de rituales -dirigidos por el chamán del grupo-, con el objetivo de que los participantes en el acto encontraran el equilibrio y consiguieran la autosanación, ya que consideraban que las enfermedades tenían su origen en un desequilibrio espiritual, que se podía corregir con este tipo de ceremonias, que forman parte de la medicina tradicional amazónica. "El hombre es un portal al que uno entra desde el mundo exterior de los dioses, demonios y almas hacia el mundo interior, de lo grande a lo pequeño. Pequeño e insignificante es el hombre; uno lo deja atrás pronto, y entra entonces otra vez al espacio infinito, del microcosmos, a la vasta eternidad interior", escribió Carl Jung en su texto Siete Sermones a los Muertos. Yo conjeturó que la ayahuasca entreabre, al menos, este portal entre el hombre y la dimensión espiritual de los dioses y los arquetipos. Un psicoducto entre la estructura primordial de la realidad --la región que David Bohm llamó la Totalidad Implicada-- y el mundo que experimentamos con los sentidos ordinariamente. Vemos ahí, en los diamantes abiertos de la dimetiltriptamina, las ideas, la geometría, el lenguaje del cual el mundo es una re-presentación. Como si pudieramos ver una mesa y en vez de ver la madera, vieramos la órbitas atómicas girando y ahí mismo una serie de símbolos flotando (cual código informático), los cuales le dotan su existencia. La impresión que surge es que la mente es un constituyente mucho más básico que la materia. En Ka, Roberto Calasso, explica este identidad entre el mundo y la mente, tal vez aquello que hoy llamamos tiempo-espacio no sea más que la manifestación local de la mente no-local: "Sólo el Sí (atman) era esto (idam, el mundo) en el origen. No había otra cosa que parpadeara". No sabemos bien, no hay forma de saberlo, qué es el atman, que cosa es el Sí, pero al menos, tenemos aquí un indicio. Parpadea sólo lo que tiene consciencia, sólo lo que alberga una mente. Por eso "esto", es decir el mundo, fue la mente antes de ser llamado "el mundo". El psiconauta ayahuasquero Arnaldo Quispe recuerda a Jung en esta introducción psicologista a la liana cósmica, medicina de la apertura dimensional: La ayahuasca (banisteriopsis caapi) es una planta, que una vez ingerida permite la apertura del canal del inconsciente, entrando en juego factores que normalmente no corresponden a un órden lógico. Así mismo, es una planta milagrosa que permite conectarse con el inconsciente, con ese universo perdido, ilógico y sede del gran complejo informativo original, por esa razón es considerada como una planta “puerta” que permite el paso de una realidad a otra paralela, a la gran realidad universal; con la planta madre se logra tocar y atravesar la puerta de una dimensión a otra y se logra explorar las profundidades del inconsciente sin desligarse del canal consciente. Por increible y absurdo que parezca en estado de “trance” con ayahuasca, la persona mantiene un estado de vigilia reducido. Esa conexión es la que permite después regresar del viaje emprendido. La madre planta como se conoce a la ayahuasca, permite recorrer esa dimensión inconsciente sin perder de vista la realidad en que uno vive. El viaje no es total. Pareciera una suerte de “psicosis” de gabinete, en donde uno se da cuenta de su locura y logra tener el poder de suspender el estado de trance a voluntad. Lo inconsciente representa el ingreso en el nuevo mundo, donde no hay tiempo, espacio, ni órden lógico, muy similar al sueño. El material inconsciente olvidado parece desconocido, pero es real en la otra dimensión y ver implica integrar éstos elementos perdidos muy íntimos, que luego fortalecerán el mecanismo de curación desde el interior: “Darse cuenta de un mundo en donde no hay sentido, es darle sentido a un mundo del cual uno no se da cuenta”. Las personas tienen un rol dentro del más allá, el recorrido es largo, estimulante y enriquecedor sobre esas fuentes de información original. Es decir, el estado de la ayahuasca es similar a un sueño lúcido: tenemos acceso al contenido de nuestro inconsciente que desfila en un río de imágenes y símbolos (el tejido holográfico de nuestra película psíquica) pero mantenemos cierta consciencia de que estamos siendo testigos, de que somos el observador, de esas imágenes profundas que de alguna manera son el álgebra de nuestro ser. Para concluir me gustaría evocar aquella frase memorable de James Joyce, dicha por el arquitecto del laberinto (de la psique colectiva) Stephen Dedalus, que tanto citaba Terence Mckenna: "La historia es una pesadilla de la cual estoy intentando despertar". La historia es una pesadilla, la historia colectiva que se entrelaza con nuestra historia personal, en gran medida porque es condicionante, nos hace herederar todos los miedos, traumas y hábitos de una cultura y los miedos, traumas y hábitos de un linaje particular. Generalmente ni siquiera tenemos conciencia de que estamos inscritos en este flujo onírico de la historia --que por nuestra mente fluyen todas las mentes, quizás con mayor influencia aquellas más cercanas. Por esto Mckenna celebraba tanto el acto de conciencia de Dedalus: darse cuenta de que somos un sueño colectivo. La ayahuasca es particularmente aguda en este sentido: hace lúcido el proceso mental inconsciente que configura la realidad. Este sueño (la historia) es una pesadilla porque no tenemos control y avanzamos hacia la muerte. Pero cuando estamos teniendo una pesadilla y descubrimos que estamos soñando, algo ocurre, la pesadilla y el temor que genera se disuelve en su irrealidad, en su insignificancia, y en esa conciencia podemos observar el sueño sin temor, sin identificarnos con lo que vemos y posiblemente controlarlo para que sea como queramos. Me parece que la ayahuasca desnuda la estructura pesadillesca de nuestra mente --donde circulan los demonios pretéritos de nuestra sombra-- pero al hacerlo en un estado en el que vuelve lúcida esta pesadilla (este peso histórico), tiene la facultad de despojar a la imponente estructura de nuestra mente de su fuerza habitual (que en un simulacro parece inamovible). Y por otro lado al también ofrecer visiones de una luminosa realidad subyacente --aquella de las formas primordiales-- nos permite colocar nuestros procesos mentales en su justa dimensión, darles menos importancia, tratarlos como brisas en la superficie del océano. Hacer lúcida la pesadilla de la historia, significa también despertar y escapar de la línea del tiempo. Un despertar que mantiene las armas del sueño; la imaginación y la potencia de crear con la mente, desvelando los jardines interdimensionales que se ocultan más allá del tiempo. Un sueño lúcido en su máxima extensión fusiona la vigilia con la duermevela, la consciencia con la inconsciencia y, también, la vida con la muerte en un diáfano continuum que es una crisálida al interior del Ojo que Todo lo Ve, Horus-Hradecaksus, el Ojo del Estanque, el Ojo del Resplandor en el Agua. Tal vez este sea el secreto de la ayahuasca y del DMT, en el asiento de la glándula pineal: las alas irisadas de la serpiente.
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Plantas Medicinales, Tabaco, Ayahuasca. Invitado Especial: En vivo- Shawanita de San Francisco, Peru Etnia Shipibo-Conhibo La ayahuasca es una bebida que se elabora con la mezcla de dos plantas originarias del Amazonas, la enredadera de ayahuasca o yagé (Banisteriopsis caapi), una especie de liana, y la chacruna (Psychotria viridis), un arbusto con hojas verdes y alargadas que contiene un potente alucinógeno denominado dimetiltriptamina (DMT). De ahí que muchas veces se haya asociado los efectos de su consumo al de algunas drogas psicodélicas. Nuestra glándula pineal segrega de forma natural pequeñas cantidades de DMT, pero al consumir ayahuasca aumentan sus niveles en el cerebro y se genera un estado alterado o ampliado de conciencia, que favorece la percepción de visiones; algo similar a lo que se experimenta en la fase de sueño REM, pero en estado de vigilia. La infusión resultante de cocinar la mezcla de ambas plantas con agua durante horas ha sido utilizada desde hace miles de años por las tribus amazónicas como ingrediente fundamental de rituales -dirigidos por el chamán del grupo-, con el objetivo de que los participantes en el acto encontraran el equilibrio y consiguieran la autosanación, ya que consideraban que las enfermedades tenían su origen en un desequilibrio espiritual, que se podía corregir con este tipo de ceremonias, que forman parte de la medicina tradicional amazónica. "El hombre es un portal al que uno entra desde el mundo exterior de los dioses, demonios y almas hacia el mundo interior, de lo grande a lo pequeño. Pequeño e insignificante es el hombre; uno lo deja atrás pronto, y entra entonces otra vez al espacio infinito, del microcosmos, a la vasta eternidad interior", escribió Carl Jung en su texto Siete Sermones a los Muertos. Yo conjeturó que la ayahuasca entreabre, al menos, este portal entre el hombre y la dimensión espiritual de los dioses y los arquetipos. Un psicoducto entre la estructura primordial de la realidad --la región que David Bohm llamó la Totalidad Implicada-- y el mundo que experimentamos con los sentidos ordinariamente. Vemos ahí, en los diamantes abiertos de la dimetiltriptamina, las ideas, la geometría, el lenguaje del cual el mundo es una re-presentación. Como si pudieramos ver una mesa y en vez de ver la madera, vieramos la órbitas atómicas girando y ahí mismo una serie de símbolos flotando (cual código informático), los cuales le dotan su existencia. La impresión que surge es que la mente es un constituyente mucho más básico que la materia. En Ka, Roberto Calasso, explica este identidad entre el mundo y la mente, tal vez aquello que hoy llamamos tiempo-espacio no sea más que la manifestación local de la mente no-local: "Sólo el Sí (atman) era esto (idam, el mundo) en el origen. No había otra cosa que parpadeara". No sabemos bien, no hay forma de saberlo, qué es el atman, que cosa es el Sí, pero al menos, tenemos aquí un indicio. Parpadea sólo lo que tiene consciencia, sólo lo que alberga una mente. Por eso "esto", es decir el mundo, fue la mente antes de ser llamado "el mundo". El psiconauta ayahuasquero Arnaldo Quispe recuerda a Jung en esta introducción psicologista a la liana cósmica, medicina de la apertura dimensional: La ayahuasca (banisteriopsis caapi) es una planta, que una vez ingerida permite la apertura del canal del inconsciente, entrando en juego factores que normalmente no corresponden a un órden lógico. Así mismo, es una planta milagrosa que permite conectarse con el inconsciente, con ese universo perdido, ilógico y sede del gran complejo informativo original, por esa razón es considerada como una planta “puerta” que permite el paso de una realidad a otra paralela, a la gran realidad universal; con la planta madre se logra tocar y atravesar la puerta de una dimensión a otra y se logra explorar las profundidades del inconsciente sin desligarse del canal consciente. Por increible y absurdo que parezca en estado de “trance” con ayahuasca, la persona mantiene un estado de vigilia reducido. Esa conexión es la que permite después regresar del viaje emprendido. La madre planta como se conoce a la ayahuasca, permite recorrer esa dimensión inconsciente sin perder de vista la realidad en que uno vive. El viaje no es total. Pareciera una suerte de “psicosis” de gabinete, en donde uno se da cuenta de su locura y logra tener el poder de suspender el estado de trance a voluntad. Lo inconsciente representa el ingreso en el nuevo mundo, donde no hay tiempo, espacio, ni órden lógico, muy similar al sueño. El material inconsciente olvidado parece desconocido, pero es real en la otra dimensión y ver implica integrar éstos elementos perdidos muy íntimos, que luego fortalecerán el mecanismo de curación desde el interior: “Darse cuenta de un mundo en donde no hay sentido, es darle sentido a un mundo del cual uno no se da cuenta”. Las personas tienen un rol dentro del más allá, el recorrido es largo, estimulante y enriquecedor sobre esas fuentes de información original. Es decir, el estado de la ayahuasca es similar a un sueño lúcido: tenemos acceso al contenido de nuestro inconsciente que desfila en un río de imágenes y símbolos (el tejido holográfico de nuestra película psíquica) pero mantenemos cierta consciencia de que estamos siendo testigos, de que somos el observador, de esas imágenes profundas que de alguna manera son el álgebra de nuestro ser. Para concluir me gustaría evocar aquella frase memorable de James Joyce, dicha por el arquitecto del laberinto (de la psique colectiva) Stephen Dedalus, que tanto citaba Terence Mckenna: "La historia es una pesadilla de la cual estoy intentando despertar". La historia es una pesadilla, la historia colectiva que se entrelaza con nuestra historia personal, en gran medida porque es condicionante, nos hace herederar todos los miedos, traumas y hábitos de una cultura y los miedos, traumas y hábitos de un linaje particular. Generalmente ni siquiera tenemos conciencia de que estamos inscritos en este flujo onírico de la historia --que por nuestra mente fluyen todas las mentes, quizás con mayor influencia aquellas más cercanas. Por esto Mckenna celebraba tanto el acto de conciencia de Dedalus: darse cuenta de que somos un sueño colectivo. La ayahuasca es particularmente aguda en este sentido: hace lúcido el proceso mental inconsciente que configura la realidad. Este sueño (la historia) es una pesadilla porque no tenemos control y avanzamos hacia la muerte. Pero cuando estamos teniendo una pesadilla y descubrimos que estamos soñando, algo ocurre, la pesadilla y el temor que genera se disuelve en su irrealidad, en su insignificancia, y en esa conciencia podemos observar el sueño sin temor, sin identificarnos con lo que vemos y posiblemente controlarlo para que sea como queramos. Me parece que la ayahuasca desnuda la estructura pesadillesca de nuestra mente --donde circulan los demonios pretéritos de nuestra sombra-- pero al hacerlo en un estado en el que vuelve lúcida esta pesadilla (este peso histórico), tiene la facultad de despojar a la imponente estructura de nuestra mente de su fuerza habitual (que en un simulacro parece inamovible). Y por otro lado al también ofrecer visiones de una luminosa realidad subyacente --aquella de las formas primordiales-- nos permite colocar nuestros procesos mentales en su justa dimensión, darles menos importancia, tratarlos como brisas en la superficie del océano. Hacer lúcida la pesadilla de la historia, significa también despertar y escapar de la línea del tiempo. Un despertar que mantiene las armas del sueño; la imaginación y la potencia de crear con la mente, desvelando los jardines interdimensionales que se ocultan más allá del tiempo. Un sueño lúcido en su máxima extensión fusiona la vigilia con la duermevela, la consciencia con la inconsciencia y, también, la vida con la muerte en un diáfano continuum que es una crisálida al interior del Ojo que Todo lo Ve, Horus-Hradecaksus, el Ojo del Estanque, el Ojo del Resplandor en el Agua. Tal vez este sea el secreto de la ayahuasca y del DMT, en el asiento de la glándula pineal: las alas irisadas de la serpiente.
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