311: La intensidad de la búsqueda determina el grado de intimidad 3/3/2024 #1289
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Pastor José Luis Cinalli
3/3/2024
La intensidad de la búsqueda determina el grado de intimidad
3/3/2024
La intensidad de la búsqueda determina el grado de intimidad
“Moisés… hablaba con Dios… cara a cara (NTV)… como si hablara con un amigo…”, Éxodo 33:11 (TLA).
¿Es posible disfrutar del nivel de intimidad que Moisés tenía con Dios? ¿Quién determina el grado de intimidad? ¿Es Dios o somos nosotros? ¿Por qué tantas personas tienen una relación tan pobre con Dios? ¿Es por falta de tiempo o es la intensidad del deseo lo que escasea? La verdad es esta: ¡vivimos tan cerca de Dios como queremos! En el pasado tuvimos con el Señor el grado de intimidad que hemos querido tener, en el presente tenemos tanta intimidad como deseamos y así será en el futuro. La Biblia dice que “Dios recompensa a los que lo buscan con sinceridad”, Hebreos 11:6 (NTV). ¿Qué clase de recompensa es esa que Dios promete? ¡Su mismísima presencia! Y cuanto mayor sea la intensidad de la búsqueda mayor el grado de intimidad. Moisés tenía una relación exclusiva con Dios. No solo que le hablaba cara a cara, sino que fue el único al que se le permitió subir a la cumbre del monte para tener un retiro a solas con Dios. “Solo a Moisés se le permite acercarse al SEÑOR. Los demás no se acercarán, y a nadie del pueblo se le permite subir al monte con él”, Éxodo 24:2 (NTV). ¿Por qué razón Moisés disfrutaba de una relación tan cercana con Dios? ¡Porque lo quería! Moisés estaba enamorado de Dios. Prefería quedarse con Dios en el desierto antes que ir a la tierra prometida en compañía de un ángel, Éxodo 33. ¡Cuando se ha experimentado el gozo de la intimidad con Dios, la vida se vuelve insoportable sin ella! Los israelitas jamás disfrutaron de ese grado de comunión con Dios y la razón es sencilla: despreciaron la amistad que les ofrecía. “Todos... le dijeron a Moisés… no dejes que Dios nos hable… no queremos oír nunca más la voz… de Dios”, Éxodo 20:18-19 (PDT); Deuteronomio 18:16 (NTV). “… Los hijos de Israel… le suplicaron a Dios que dejara de hablar (NTV)… pedían que se callara”, Hebreos 12:19 (BLA, TLA). ¿Ves la diferencia? El pueblo deseaba solo las bendiciones de Dios; Moisés, en cambio, perseguía al dador de las bendiciones. Los israelitas clamaban por comida, Moisés gemía por su gloria, Éxodo 33:13. La amistad que Israel despreciaba, Moisés la anhelaba con ardiente pasión. Está claro por qué Moisés fue el único en ser aceptado en el círculo más íntimo de Dios.
Josué fue otro que disfrutó de una intimidad siempre creciente con Dios. A excepción de Moisés, fue la única persona que subió más alto en el monte para estar con Dios, Éxodo 24:13. ¿Qué lo hacía tan especial? Su pasión por la presencia de Dios. Después de que Moisés hablaba con Dios en la carpa del encuentro y volvía al campamento Josué “permanecía en la carpa”, Éxodo 33:11 (NTV). Josué tenía ‘hambre de Dios’. Ardía de pasión por su presencia. El deseo por Su gloria era desbordante. Josué no se conformaba con ‘sobrevivir espiritualmente’, era un incansable perseguidor de la presencia divina. Nunca abandonó la búsqueda y esa fue la razón por la que llegó tan cerca de Dios en la cumbre de la montaña. Hizo méritos suficientes para gozar de ese privilegio. Qué gran lección: ¡algunos son íntimos no porque son preferidos sino porque son más apasionados!
Otro que no podría quedar fuera de la lista de los apasionados buscadores de Dios es David. Observa lo que dijo: “Con ansias espero a Dios… espero al Señor con toda el alma…”, Salmo 130:6 (TLA, NVI). Luego dijo: “Siete veces al día te alabo…”, Salmo 119:164. “En medio de la noche me despierto y me levanto para agradecerte… y alabarte”, Salmo 119:62 (PDT, RV60). Para David Dios era la prioridad en su agenda diaria: “… Con ansias te busco desde que amanece, como quien busca una fuente en el más ardiente desierto”, Salmo 63:1 (TLA); Salmo 5:3. Observa la intensidad de la búsqueda: “… Yo te busco intensamente. Mi alma tiene sed de ti; todo mi ser te anhela, cual tierra seca, extenuada y sedienta”, Salmo 63:1 (BAD). La oración de la mañana tiene mucho valor. Existe una unción especial en la oración del crepúsculo. Dios le dio a Moisés la más grande revelación de todos los tiempos: ¡en el crepúsculo!, Éxodo 34:1-4. ¿No ha dicho el Señor: “...Me hallan los que temprano me buscan”, Proverbios 8:17? Los grandes personajes bíblicos eligieron cuidadosamente el momento del día para orar. Job se encontraba con Dios para bendecir a su familia “temprano por la mañana”, Job 1:5 (NTV). Abraham “se levantó muy de mañana” para ofrecer adoración a Dios y debe haber sido algo habitual pues a su hijo no le pareció nada extraño que su papá lo llevara tan temprano a adorar a Dios, Génesis 22:3. Sin embargo, nuestro máximo ejemplo fue Jesús: “De madrugada… Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario. Allí se puso a orar”, Marcos 1:35 (BL 95). Es triste, pero también hay que decirlo. Al menos una vez en su vida David se apartó de la buena costumbre de buscar a Dios temprano en la mañana. En su lugar descansó en su cama hasta la tarde. Debido a ello David se transformó en adúltero y más tarde en asesino, 2º Samuel 11. Jamás descuidemos la oración de la mañana en la carpa del encuentro. El hombre carnal puede que no encuentre nada especial es este principio, pero el hombre espiritual grita: ¡revelación! Sí, ¡existen ungidas revelaciones y manifestaciones poderosas del Señor a la hora del crepúsculo!
Vayamos al N.T. Es bien sabido que había personas que estaban más cerca de Jesús que otras. Por ejemplo, de entre sus seguidores Jesús tenía 70 discípulos encargados de predicar en diferentes lugares. Luego tenía el círculo de los 12 apóstoles. Éstos a diferencia de los anteriores pasaban más tiempo con Jesús. Dentro de los 12 había un círculo aún más íntimo compuesto por Pedro, Jacobo y Juan que disfrutaban de privilegios mayores como ser testigos del poder de Jesús (Lucas 8:51), de su gloria (Mateo 17:1) y de su agonía en el huerto, Mateo 26:37. Por último había un solo discípulo que se apropió del lugar especial en el pecho de Jesús y a través de quién los demás canalizaban sus preguntas: “Uno de sus discípulos… estaba recostado al lado de Jesús. A éste, Simón Pedro le hizo señas, para que preguntara quién era aquel de quien Jesús hablaba. Entonces el que estaba recostado cerca del pecho de Jesús, le dijo: “Señor, ¿quién es?’”, Juan 13:23-25 (RVC). Esos privilegios que algunos de sus discípulos disfrutaron ¿fue una decisión de Jesús o ellos hicieron méritos? La Biblia dice claramente que “Dios no tiene favoritos”, Romanos 2:11 (TLA). Eso significa que podemos estar tan cerca de Jesús como queramos. Por lo tanto, la relación privilegiada de estos hombres con Jesús fue el resultado de su propia decisión. La admisión al círculo interno de intimidad con Dios es el resultado de un deseo profundo. La intimidad creciente de Pedro, Jacobo y Juan con Jesús fue el resultado de la profundidad de la respuesta de ellos a su amor. Tenemos que decirlo con todas las letras: ¡solo alcanzan ese grado de intimidad con Dios aquellos que consideran digno el sacrificar cualquier cosa para lograrlo! El lugar en el pecho de Jesús está aún vacante y disponible para cualquiera que esté dispuesto a pagar el precio de una intimidad creciente.
Acceder a ese lugar de intimidad con Dios es posible, ¡pero no a precio de ganga! Uno de los mayores sacrificios que deberás hacer es ordenar tu agenda. Tendrás que desenvainar la espada contra los tentáculos de las cosas urgentes que quieren ahogar tu vida de oración. Deberás extraer tiempo limitando las reuniones sociales y familiares y acostarte más temprano para que a la mañana siguiente no te duermas en tus tiempos de oración. El cansancio físico hace perezoso al espíritu. ¡Tienes que ser sabio y estar alerta contra todo lo que quiera alejarte del lugar secreto!
Una breve reflexión final. Los que tuvieron una relación exclusiva con Dios eran personas que lo buscaron con la única motivación de glorificarlo a través de sus vidas. Esperaban la gloria de Dios y no la propia. No era una búsqueda interesada y centrada en que Dios resolviera sus problemas sino en que Dios se glorificara en medio de ellos; una búsqueda que no pretendía llegar a ser una mera experiencia emocional sino una vida rendida continuamente; una búsqueda que no procuraba el logro numérico de ‘sus iglesias’ sino que las almas conocieran a Cristo para la gloria de Dios. Dejemos toda motivación egoísta, personal, centrada en nosotros mismos al momento de buscar a Dios. Tengamos en cuenta que antes de que busquemos a Dios, Dios nos buscó primero, no importando lo que hicimos. Nos mostró su gloria por medio de su amor, misericordia, perdón y justicia. Por lo tanto, cuando busquemos a Dios hagámoslo no para nuestra propia gloria, sino para vivir y mostrar la gloria de la cruz: “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo”, Gálatas 6:14.
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